Muchas mujeres se hacen cargo de todo lo que “les toca”, infinitas tareas cotidianas; y también de todo aquello que «les cae»: solucionar emergencias familiares de salud o de relación.
Tan alta disponibilidad lleva a una depresión a un: «No puedo más».
Contar el día de muchas mujeres es agotador: realiza tareas dobles, ya que la que está haciendo es el preludio de alguna otra.
Cada movimiento incluye la previsión de otro: colaborar con la tarea de los niños mientras la lavadora va cumpliendo su programa y piensa en las fotocopias que debe sacar para la firma del contrato del día siguiente para el cual ya tiene su ropa preparada.
Apunta las medicinas que deberá comprar a su madre y planifica las actividades del día siguiente mientras toma una ducha aprovechando para dejar la bañera limpia y las toallas cambiadas.
Su jornada transcurre entre cuatro o cinco tareas a un tiempo y parece que puede eso y más, esa fuerza es un desafío personal: cree que pueden todo.
Como si el hacerse cargo de todo, pesara como un destino del cual no se pueden apartar hasta el día en que esa enfermedad, agazapada, emerge como «Síndrome de agotamiento femenino».
Una enfermedad silenciosa, escondida, cuyos síntomas y signos muchas veces se les escapan a las mismas mujeres agotadas, acostumbradas a no dar lugar a sus propias necesidades. Este exceso provoca que la mujer retire el afecto, se vuelva irritable.
Mujer agotada, con desgaste al servicio del funcionamiento de una familia tan desmesurado que no queda resto para ella misma, disminuyen sus recursos y los demás no perciben que lo que le pasa es que está exhausta: creen que tiene sueño, que es por el clima.
Ella, por su parte no termina de captar el nivel de agotamiento y cansancio
Hay que prestar más atención a las propias necesidades, dejar de correr como “bombera voluntaria” ante las demandas de los demás. Dejar tiempo para hacer algo placentero personal.
Una cosa por día: un baño de inmersión, un encuentro con una amiga, ir a un cine, salir a andar o simplemente echarse en el sofá a leer, ver televisión o mirar por la ventana.
Irse de compras o simplemente ver una película o leer un libro… y sin culpa ni vergüenza la mujer agotada se lo merece.