Han pasado algunos días desde que Lewis Hamilton hizo historia al igualar los siete campeonatos en la Fórmula 1 de Michael Schumacher. La comparación es inevitable, pero los tiempos son muy distintos en una categoría automovilística en que las escuderías se van rotando el éxito por épocas y en que el monoplaza y su tecnología importan más que el talento de un piloto para sumar puntos. Más allá de la comparación entre el británico y el alemán, donde Hamilton lo supera en muchas estadísticas, la realidad es que será difícil ver pronto a un atleta que englobe todo lo que representa Lewis en una competición que apenas está abriendo camino para minorías. Primero se igualará una vez más el récord de siete campeonatos, a ver que lo haga justamente un piloto que pese de igual manera en las pistas como en influencia social. En 70 años de historia, es el primer campeón de raza negra y con antecedentes modestos donde su padre tuvo que hipotecar su casa tres veces para apoyarlo. ¿Tuvo suerte? Sí, además de su talento desde pequeño, sin la inversión que hizo McLaren y Mercedes para despegar su carrera, nuestra generación no hubiera presenciado este avance en la F1. Hamilton, sin pelos en la lengua, también ha criticado que solo pilotos de familias ricas puedan llegar a la categoría. En este aspecto también se comparan Michael y Lewis, ya que el padre del alemán tuvo que conseguir otros trabajos para financiar el ascenso de su hijo. Fue apenas en junio, con el movimiento Black Lives Matter, que la F1 y gracias al esfuerzo de Hamilton, lanzó junto al piloto la iniciativa #WeRaceAsOne que busca incrementar la diversidad y la inclusión en el deporte. Hamilton ha dicho que cuando deje la F1, la quiere dejar como un deporte más diverso y mucho ha logrado a comparación de otros campeones que ni voltearon a ver las luchas sociales. Es el tiempo correcto para un cambio, pero el cambio debe ser sistemático, no tener un caso aislado como el del actual campeón.