Por: Javier Breña Sánchez
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
La organización interna del gremio docente y las estructuras políticas con las que colaboran no atinan a resolver muchos y muy evidentes problemas, entre ellos: programas de formación caducos; pobre capacitación y actualización docente; seguimiento excesivamente burocrático y, para no extenderme más, pobre detección e insuficiente atención de necesidades en infraestructura. Sobra decir, quizás, que es imposible que el sindicato —los sindicatos, mejor dicho— y la SEP cambien súbitamente. No faltarán algunos seguidores del nuevo régimen presidencial u optimistas sobre este gobierno que arguyan que ese estado de cosas ya cambió. Hay tantas señales de que las cosas no han cambiado en la educación mexicana que no sabría por dónde empezar, pero los sindicatos y algunas de las políticas actuales de la SEP serían un buen comienzo.