El rockstar de la pandemia no puede llegar a palacio, mujeres impiden su paso en una manifestación más donde exigen resultados ante el incremento de casos no de covid, sino de violencia en su contra. De todas formas, el episodio solo es una anécdota para López-Gatell, quien se disculpa y expone a menos de una decena de reporteros que se encuentran en el Salón Tesorería las cifras del día.
Más de 10 mil casos nuevos. Probablemente, resultado de la mayor cantidad de pruebas que se realizan en diversas ciudades del país pero, también, del aumento en los contagios. Prueba de lo último es el incremento en hospitalizaciones y muertes en sitios como la Ciudad de México donde 19 de los 44 hospitales públicos dedicados al combate del coronavirus se encuentran saturados, seis de cada diez camas tienen hoy a un paciente con Sars-CoV-2.
En Jalisco anuncian dos cosas: la buena, que bajaron los contagios por el frenón provocado por el Botón de Emergencia. La mala, que subirán después del buen fin.
A la mitad, un cúmulo de noticias sobre la llegada de vacunas que no llegarán hasta entrada la primavera pero que insisten podrían inmunizar a un sector de la población. Placebo mental ante la debacle que se acerca.
Llevo en la crónica del covid en esta columna alrededor de siete meses. Cada semana, el escenario parece más oscuro y menos empático. La ciudadanía está cansada del encierro -aunque no lo haya cumplido- y ese es el pretexto ideal para seguir su vida. Los afectados, ya en las cifras de millones, lamentan y alertan ante el desconocimiento, ignorancia o soberbia. Los médicos, hartos de la indiferencia y cansados ante los miles de casos que han visto en estos meses, insisten pero, a la vez, con el conocimiento que no tendrán eco hasta ver a los pacientes en los pasillos.
Se abren estadios para que “sonría la ciudad” cuando la principal sonrisa es cuando bajen los casos. Se insiste en la apertura de antros pero estos lo hacen de forma ilegal, clandestina, en la desesperación de sobrevivir pero, también, con el conocimiento que tendrán audiencia, como radio pirata que transmite desde localización desconocida.
Millones de empleos perdidos, cientos de empresas, restaurantes, locales cerrados, ideas en el naufragio ante un gobierno federal inepto que se impulsa desde el rencor y la ambición de quienes toman las decisiones y que, ya, se ven en la silla presidencial. Como si el bagaje de 100 mil muertos fueran una condecoración.
Pero las responsabilidades gubernamentales van de la mano de la poca responsabilidad civil y social. El mal o nulo uso de cubrebocas, la falta de organización ciudadana para cumplir con protocolos sanitarios y la necia insistencia de apertura del entretenimiento -porque, seamos honestos, ha habido más marchas para que abran antros que escuelas-, es el sello de la casa que habitamos.
No hemos llegado a soluciones creativas -apertura de células en colonias, transporte segmentado, horarios escalonados, geolocalización de pruebas, casos y camas- que ayuden a la solución desde una trinchera menos egoísta. Nuestra circunstancia, nuestra ansiedad, nuestra vida.
Diez mil casos en un día de forma oficial. La cifra de muertos en el límite de los mil al día. Un zar que se ha vuelto una caricatura de la empatía y la preocupación.
Y nosotros preocupados por todo menos por nuestras cifras de enfermos, de muertos, de vidas perdidas y que hoy o en dos semanas ya no volveremos a ver.
Ya no nos volverán a ver.
Portapapeles
Yo nunca votaría por un mentiroso. Vaya que hay ya algunos en campaña para ser lo que sea, menos decentes.