Cuando no hay, existe confusión.
El tema de esta semana es la prohibición del gobierno estatal de la apertura de negocios los fines de semana, que ha sido un poco exagerada en relación a aquellos que se dedican a la comida, pero que simplemente es un duelo entre la salud y el comercio libre, producto de la indisciplina.
Hay países que ya resolvieron el problema del covid, como Nueva Zelanda, con una primera ministra muy exigente, que no solo cerró todo, sino que a cada viajero, siendo un país turístico, le exigía 14 días de cuarentena y ahora reporta 0 casos. También en China se redujo la pandemia porque se obedeció a la autoridad, ya que si no se hacía, empleaban elementos de represión.
Pero en Corea del Sur, sin esto último, también se redujo, por la disciplina y la educación básica, que es de las mejores del mundo y enseña desde la niñez a cuidar la salud. Lo mismo en Japón, porque cerró todo durante un tiempo y los japoneses son muy disciplinados.
Todos estos ejemplos, cuando se comparan con México, impiden tomar una decisión racional en el conflicto entre salud y comercio. Aquí nosotros, que somos muchos: 130 millones, no hemos sido educados para tener disciplina y obediencia en casos como el actual y simplemente ejercemos nuestra libertad, que se puede convertir en libertinaje, porque arriesgamos a los demás.
Con estas consideraciones se puede entender lo que está sucediendo en éste, el estado más progresista del país, que tiene muchas universidades y que antes tenía los primeros lugares en educación. Esa disciplina, nuestro desarrollo emprendedor y la gran cantidad de instituciones de educación superior, nos caracterizan, pero no tenemos la obediencia social y en uso de nuestras libertades constitucionales hacemos lo que nos da la gana. Basta como ejemplos sendos reportajes periodísticos fotográficos que muestran los hacinamientos, la falta de sana distancia, las fiestas y las reuniones sin las debidas precauciones.
Ante esta situación, al gobierno no le queda más que quedar mal por cuidar la salud y como decía Bill Clinton: yo no fui electo para quedar bien o para ser simpático, sino para dirigir un país y proteger a sus habitantes.
Descartes: Pienso, luego existo… Por supuesto que cada quien tiene su opinión y la mayoría exige la apertura, pero hay que meditar las razones anteriormente señaladas para tomar un juicio.