Las campanas de la Basílica Menor retocaron una y otra vez, fuerte, tanto que el ruido hizo volar a las palomas que picoteaban el piso del atrio, mientras que de una a una iban llegando algunas personas a escuchar la misa de las 8:00 de la mañana.
La señora Rosalía Beltrán caminó despacio hacia la entrada de La Villita; desconoció este día y el proceso de ingreso al centro religioso al que siempre ha asistido con su familia para darle gracias a la Virgen de Guadalupe, ya que le fue tomada la temperatura y le colocaron gel antibacterial.
El aroma a rosas que impregnó el interior de La Villita logró que Rosalía, así como una veintena de personas más que acudieron a misa, se colocaran la palma de su mano para saludar a la virgen Morena, en su día.
«Es muy triste no celebrarla como se debe», insistió Rosalía, pensamiento que pasó por su cabeza mientras escuchaba atenta el sermón de la misa.
Vallas metálicas y cordones amarillos con la palabra «Precaución» fueron colocadas en la entrada principal para evitar la aglomeración, «pero por el momento no ha llegado ninguna peregrinación. Desde este viernes en la noche hemos vigilado y no, afortunadamente la gente entendió que no debía venir para evitar contagios de covid-19», indicó un elemento de Protección Civil que se mantuvo, junto a policías municipales y personal de la Comisión para la Protección contra Riesgos Sanitarios de Hidalgo (Copriseh), así como de la Secretaría de Salud estatal, vigilando el ingreso a la Villita.
Algunos comercios permanecieron cerrados esta mañana de sábado, otros más lucían desangelados y con poca gente; la Villita seguía recibiendo a sus peregrinos, de uno en uno, con familias de cuatro personas que llevaban a niñas y niños con alguna imagen de la Virgen.
«No sabemos si nos dejarán pasar con los niños, pero venimos a dar gracias por lo que nos ha dado este año, sobre todo, salud que ahora es tan indispensable, y pedimos que se acabe la pandemia», expuso Gregorio Hernández.
La avenida Juárez presentó el movimiento habitual y algunos autos se detenían para persignarse y seguir su camino; una patrulla de la policía municipal hacia rondines cada 15 minutos para evitar que se hiciera tráfico en la zona.
Sobre la calle, Ángel Lorenzo, vendedor de flores, proveniente de Veracruz, se colocó en una de las bancas para mostrar sus productos «porque no hemos vendido nada, desde que llegamos, pero esperemos que la gente siga llegando porque hay que regresar», expuso, mientras los patos de cristal con agua de colores y rosas, se mantenían sobre la banca, sin gente que deseara comprar.
La panadería La Villita, ubicada casi a un costado de la Basílica Menor, se halló casi vacía, a diferencia de otros años, mientras que la señora Silvia Sánchez, que durante más de 45 años ha vendido tamales y atole, indicó que este año ha sido muy malo.
«Las ventas disminuyeron hasta en 80 por ciento, y nos colocaron en el portón de la panadería, pero ni así sube la venta», dijo, mientras atendía a algunas personas que iban llegando para comprar el desayuno de este sábado.
Rosalía lloró, se persignó y con dificultad se levantó del taburete donde estuvo rezando durante la misa, y dio un vistazo ante el desolado panorama que presentó La Villita, en donde sólo se permitió el 20 por ciento de su capacidad.
«La Virgen de Guadalupe esperaba sus mañanitas y no hubo, se siente triste el ambiente y yo solo vengo a pedir por mi hijo, a quien no he podido ver porque está en el hospital, peleando con la enfermedad y solo piso volverlo a ver con vida quiero que se acabe esta pesadilla y no muera más gente», expuso la mujer de la tercera edad, para seguir su camino lento por las calles de Pachuca.