La respiración se resume en pocas palabras, como el intercambio gaseoso de oxígeno y dióxido de carbono del exterior del cuerpo humano a la sangre capilar pulmonar; donde la inhalación oxigena cada célula de nuestro cuerpo y la exhalación ayuda al drenaje linfático y desintoxicación del organismo.
El oxígeno circulante activa el sistema parasimpático, lo que produce una reducción en los latidos del corazón y una relajación de los músculos, es decir, un estado de calma que se comunica a la mente.
Lo cierto es que la mayoría de la gente utiliza solamente la tercera parte de su capacidad pulmonar para respirar, apenas expandiendo la caja torácica, muchas veces también por una mala postura. Desde la perspectiva yóguica, a través de la respiración ingresa la mayor cantidad de prana o “energía sutil del aliento vital” a nuestro cuerpo, activando la sanación natural del organismo.
De entrada, hay que distinguir tres tipos de respiración, según explica el maestro Sivananda, uno de los grandes referentes de yoga del siglo XX. La primera, donde está la mayoría de la gente, es la respiración clavicular, que es la más superficial, y según los experimentados yoguis, la “peor”, dado que aumenta los niveles de ansiedad, entre otras cosas.
Durante la inhalación, los hombros y la clavícula son elevados mientras el abdomen es contraído. Se realiza así un esfuerzo máximo, pero una mínima cantidad de aire es obtenida. La segunda modalidad de respiración, es la torácica y es realizada con los músculos intercostales expandiendo el tórax. Y la tercera es la respiración abdominal profunda, misma que se considera la mejor en tanto que lleva aire a la parte más baja y amplia de los pulmones. La respiración es lenta y profunda, efectuándose por tanto un uso adecuado del diafragma.
Una respiración yóguica completa debe combinar los tres tipos, comenzando por dominar la respiración abdominal, para poder seguir con las zonas intercostal y clavicular a través de estos sencillos pasos: sentado en Baddha Konasana, la postura del Zapatero, inhala lentamente, expande el abdomen, después el tórax, y finalmente la porción superior de los pulmones. Luego deja salir el aire de la misma forma, dejando que el abdomen ceda a medida que exhalas. Repite este proceso diariamente para incorporarlo a tu respiración cotidiana.
(Con información de pacifico.com.pe y sivananda.org)
@marien_caminoa7