Eran las tres de la mañana del viernes cuando Enrique Alfaro publicó en sus redes sociales que el exgobernador Jorge Aristóteles Sandoval Díaz había sido asesinado en un antro en Puerto Vallarta. Poco a poco, los comunicadores insomnes y quienes habían sido despertados con la noticia, comenzaron a replicar el mensaje. Como un balde de agua helada en una noche fría de diciembre. Cómo pasó, por qué, quién fue. Cuestionamientos que será responsabilidad de las autoridades responder. Pero más que eso, el homicidio es otro golpe de realidad de que hasta aquellos que se ven inalcanzables, terminan siendo tocados por la violencia.
Más allá de la figura que Sandoval Díaz construyó en su vida política, social y familiar, su asesinato refleja la gravedad de la situación de violencia que vivimos y hemos normalizado.
Los escoltas que lo custodiaban le daban la confianza de estar de fiesta en la madrugada, pero no fueron suficientes para evitar que fuera una víctima más.
Todos los días, los noticieros hacen el recuento de las muertes por violencia: un cuerpo encobijado, un ataque a balazos, un apuñalado, e incluso sujetos armados entran a un hospital y matan a un adolescente de 15 años, como sucedió en Baja California.
Actualmente hay 24.9 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes, y el encierro por la emergencia sanitaria no ha impedido que la tendencia disminuya, en lo que va del año se acumulan 32 mil casos en todo el país, y la cifra se acerca a los más de 34 mil que ocurrieron el año pasado.
Números y nada más, que no tienen identidad ni historia, solo un machote de notas diarias que cambian lugares y formas. Números que recitan las autoridades y que disfrazan de tal manera que parezcan mejor de lo que realmente son. Números que sirven para informes y alzarse el cuello. Pero cuando uno de esos números es un exmandatario estatal, que hace apenas unos años era él quien tenía el trabajo de garantizar la seguridad ciudadana y de convencer en el discurso que todo estaba mejorando, queda al descubierto la crítica situación en la que estamos.
Sandoval Díaz no es el primero, ni el único funcionario que ha sido asesinado en los últimos años en Jalisco. Recordemos que durante su sexenio fueron víctimas el secretario de Turismo, Jesús Gallegos Álvarez; y el exalcalde de Autlán, Javier Galván; en su periodo fueron atacados el comisionado de Seguridad Pública, Alejandro Solorio, y Luis Carlos Nájera, secretario del Trabajo y exfiscal estatal, ambos salieron ilesos. En esta administración también están entre las cifras funcionarios y policías… y la lista continúa.
Cuando la justicia no llega para quienes están arriba, ¿cuáles son las expectativas de quienes están abajo? La impunidad ha dado una carta abierta a los delincuentes para sembrar el miedo y hacer de nuestro país su parque de juego. Seguimos esperando la limpieza de las corporaciones de seguridad, de las instituciones y de los gobiernos, y hasta que eso no pase, viviremos con el temor de que un día esa cifra tenga un nombre y un rostro conocido. Porque la violencia alcanza a todos.