Las últimas semanas han sido posiblemente las más complicadas de la pandemia. El aumento en los casos ha traído todo tipo de inconvenientes: en los últimos días conseguir pruebas, oxígeno y no se diga, tener espacio en los hospitales se ha convertido en una tarea angustiante. La saturación de los sistemas de salud es hoy la mayor preocupación de quienes están enfermos y de quienes no se quieren enfermar.
Las siguientes semanas, luego de las fiestas decembrinas que hicieron que muchas familias corrieran el riesgo de juntarse y celebrar, habrán de convertirse en un nuevo pico difícil de controlar. El Estado de México, el más poblado del país, el que tiene en algunas regiones una densidad de población sorpréndete, el que afronta un reto permanente para enfrentar cualquier tarea pública, ha tenido que realizar un esfuerzo sin precedentes en materia de salud.
Los hospitales públicos y privados, federales y estatales, todos, han tenido que redoblar esfuerzos a niveles inusitados. Médicos, enfermeras, personal administrativo y de soporte están haciendo literalmente milagros para poder atender a la gente que lo requiere. Hace unos días, me tocó vivir en un hospital del ISEM la capacidad de hacer milagros que tienen los servidores públicos comprometidos, seres humanos atendiendo a personas en desgracia, con un hospital a reventar, pero con las ganas de que nadie más pierda la vida.
Allí, donde pareciera que recuperar la esperanza es imposible, sucede el milagro de ver que la organización y el compromiso, el entusiasmo por ser parte de una tarea colectiva heroica, alimenta las ganas de servidores públicos que se la han rifado y que están operando a máxima capacidad con un enorme compromiso.
Los mexiquenses tenemos instituciones de salud que son patrimonio de quienes menos tienen y más lo necesitan, tenemos en nuestros médicos y enfermeras, en él personal administrativo del sector salud a los mejores servidores públicos, y por eso en este fin de ciclo, luego de todo lo que hemos visto y de todo lo que previsiblemente viene en los siguientes días y semanas, debemos ser agradecidos y solidarios con un sector que hoy más que nunca necesita de la colaboración de la ciudadanía.
Esta será una larga batalla, y el homenaje a los héroes de esta tarea debería ser el acto más importante de este año que termina, entre el agotamiento y la esperanza de las vacunas, entre el sufrimiento de miles de familias y la capacidad de sobrevivir de quienes en los hospitales son socorridos por al talento y arrojo de esos héroes de batas blancas y azules, a quienes hay mucho que agradecer.