“Quiere lo que puedes, y puede lo que quieres”. Expresión de realismo, de Leonardo da Vinci, a considerar. Quien se propone metas más allá de sus capacidades, propias o en conjunto, o se dice pre-ocupado por el país o el mundo y no se ocupa, abren espacio a frustración o pesimismo. Es preciso no desear más de lo que se puede; y estirar el resorte de la voluntad hasta el máximo, para evitar pretextos de pereza o mezquindad. “La pandemia es la tarea política, social y económica del siglo”, dijo Ángela Merkel en su mensaje de Año Nuevo; quien al lograr vacuna en su país para el mundo subrayó: “el poder de la diversidad trae progreso”. Acá, nuestro tlatoani (en náhuatl: “el que habla”), desprecia ciencia y diversidad: solo vale lo que él puede o quiere.
¿Qué querer? ¿Qué poder? Dato histórico: El 13 de agosto se cumplen 500 años que Hernán Cortés, con apoyo de pueblos indígenas enemigos de mexicas, conquistó Tenochtitlan. Este 24 de febrero, Día de la Bandera, se cumplen 200 años de la proclamación del Plan de Iguala o de Las Tres Garantías y la bandera tricolor, de Agustín de Iturbide. El 27 de septiembre, dos siglos también de entrar su ejército trigarante a la sede del poder virreinal –la de tlatoanis-, consumando la Independencia. El siglo XIX el país sufrió permanentes disputas violentas y fraudes por el poder, de facciones polarizadas. Dos imperios. En dictadura porfirista asimilamos lo francés y el positivismo. Con la revolución y la Constitución de 1917 siguieron disputas facciosas, ejecuciones, y fraudes “patrióticos” como en los 80s de Bartlett. Mucha masa, poco pueblo. Ciudadanía marginal. Veremos conmemoraciones maniqueas, polvos de aquellos lodos.
Dato real: México es un país joven. Y global, solo en parte. Samuel Ramos escribió (El perfil del Hombre y la Cultura en México, 1934): “Tal vez nuestros errores son errores de juventud que la madurez corregirá. Nuestra psicología es la de una raza en la edad de la fantasía y de la ilusión, que sufre por ello fracasos hasta que logre adquirir un sentido positivo de la realidad”. Al describir a nuestro “introvertido” señala: “A todo está dispuesto un hombre así, menos a una cosa para él básica: a conceder que vale menos de lo que él piensa. Esta actitud mental es el terreno más propicio al desarrollo del sentimiento de inferioridad. La tensión entre el complejo de inferioridad y la alta idea de sí mismo se hace, a veces violenta, y acaba en neurosis.
La salida que se le ofrece es la de abandonar el terreno de la realidad para refugiarse en la ficción”. Y advirtió: ”Todas las ideas y regímenes políticos que pretenden convertir al hombre en un animal de rebaño, anulando su libertad; toda concepción materialista que considere al hombre como un ser puramente instintivo, explicando sus funciones psíquicas como efecto de necesidades biológicas… son fuerzas que propenden hacia la infra-humanidad”. Apuntó que el individualismo es herencia española y francesa; de ahí el débil espíritu de cooperación o de disciplina de equipo (no en casa; sí en deportes, emprendimiento, vgr).
Nuestro reto es formar personas. Libres de complejos que cohíben el desarrollo de su ser verdadero. Si nuestra vida social tiende a la dispersión, con menoscabo de la solidaridad, “superemos ese déficit de poder con respecto al querer”. Es preciso orientar la educación en sentido humanista, promotor del espíritu solidario con los otros, desde familia, escuela, trabajo o iglesias. La experiencia enseña que “Solo podremos conocernos a nosotros mismos como individuos o como pueblo, cuando a nuestras individuales emociones y pasiones podamos oponer, para empezar, la gran pasión de la VERDAD”. Ocupémonos en enseñar a otros nuestra actualidad, y los deberes ante esa realidad. Solo así “podremos lo que queremos, queriendo lo que podemos”: pueblo maduro que deje complejos, fantasías y demagogos; no masa refugiada en la ficción. El 6 de junio es el Día “D” (lo fue en 1944 para aliados). Contener amenazas del populismo, en alza por todos lados, bien vale amplia alianza ciudadana por México. Tenemos cita.