Leer al gobierno de López Obrador bajo otra lupa que no sea la del cambio del régimen constituye un error porque precisamente de eso se trata la Cuarta Transformación. Y no se limita únicamente a la evaluación de sus políticas públicas sino a decisiones como la de ofrecer asilo político a Julian Assange.
“Es un periodista y merece una oportunidad”, dijo el presidente luego de calificar como un “triunfo de la justicia” a la decisión de la jueza británica Vanessa Baraitser de no extraditar al cofundador de Wikileaks a los Estados Unidos, aduciendo problemas de salud mental.
Es la segunda vez durante su mandato que apela a esta figura, luego de acoger al ex presidente de Bolivia, Evo Morales, y a parte de su gabinete durante el golpe de estado en ese país, —que vale la pena recordar fue orquestado de la mano de varios medios de comunicación privados en Estados Unidos—. Además de evocar nuevamente la tradición humanitaria y democrática de la política exterior mexicana, el mensaje es claro: el verdadero valor de un periodista radica en su servicio a la libertad y a la democracia.
La bandera de lucha de Wikileaks es respaldada por gran parte de las y los periodistas del mundo, excepto por aquellos que se beneficiaron por décadas de la estrecha relación entre la élite política y el poder económico; esos mismos que hoy señalan el ofrecimiento como una cortina de humo de las cuestiones fundamentales del país.
Todos los días reclaman que al poder no se le aplaude, sino que se le cuestiona, pero en el caso Assange miran para otro lado y al desconocerlo como colega, niegan que revelar la verdad sea el objetivo más preciado de cualquier periodista.
Si bien hay información de seguridad nacional que debe mantenerse confidencial, los cables revelados tienen que ver menos con seguridad y más con la operación oscura de los representantes que elegimos —y sus amigos, muchos periodistas—, a quienes tenemos derecho a juzgar permanentemente.
Los intelectuales de la transición configuraron el discurso público y nos retrataron un país a la medida de las élites; un México que no existía. Julian Assange sí entendió el valor del periodismo en la construcción de una sociedad libre y democrática.
El ofrecimiento de asilo de López Obrador a Julian Assange no es una ocurrencia. Proteger a la figura mundial de la libertad de prensa y de expresión es coherente con su lucha contra la corrupción y los amarres de algunas plumas para vendernos realidades ficticias que solo existen en sus añoranzas por los resquicios del viejo régimen.