El poder es expansivo. Muchos años de reflexiones, literatura y experiencia empírica muestran que, en tanto no se contenga, quienes lo ejercen tienden a buscar su concentración. Algunos de los pilares de nuestras sociedades modernas, particularmente las democráticas, tienen su explicación en normas diseñadas para contener y distribuir el poder.
Cuando no existen los mecanismos institucionales o ejercicios ciudadanos de contención del poder, es fácil encontrar algunos de los síntomas más comunes actualmente. Comenzaría hablando de grados elevados de corrupción que propician la riqueza privada a costas de lo público.
Las condiciones para la corrupción se enmarcan en que, además de la concentración misma del poder, se dan en un ambiente de impunidad que permite la comisión de este y más delitos que sistemáticamente debilitan el estado de derecho y con él, las condiciones reales de llegar a un estado de bienestar.
Todo esto es un caldo de cultivo para que la desigualdad no solamente no sea atendida de manera eficaz,también para que se propicie y profundice. No es compatible un estado de bienestar con la falta de condiciones para el crecimiento, la movilidad social, el diálogo libre y la disidencia.
Afortunadamente vivimos en democracia y este mecanismo invita, por sí mismo, a la construcción de un poder colectivo y regulado. Podemos acudir cada determinado tiempo a premiar proyectos políticos exitosos, pero también a que el poder cambie de manos o a contener, por ejemplo, al ejecutivo con una oposición legislativa.
Sin embargo y como se ha dicho hasta el hastío, la democracia ni comienza ni termina con la jornada electoral. Si queremos alternativas a quienes ejercen la responsabilidad y el poder, es necesario construirlas. No solo podemos cambiar de partidos, asimismo orientar las acciones de poder a soluciones urgentes a nuestros problemas y creo quea Jalisco le urge que construyamos alternativas que logren esto… ¿por qué?
Al margen de mi evaluación personal sobre esta legislatura o el gobierno estatal, hay cosas intolerables. No debemos aceptar que la nuestra sea una entidad líder en fosas clandestinas y personas desaparecidas. Como acto de resistencia civilizatoria tenemos que dejar de normalizar que encontramos bajo tierra bolsas con cuerpos meticulosamente desmembrados o que alguien simplemente se desvanezca.
No podemos admitir vivir en un estado que en sus propias normas discrimine activamente a personas por su orientación sexual, su identidad de género o cualquier otra particularidad. Jalisco no puede ser una entidad de privilegios, sino de derechos.
Tampoco podemos seguir adelante como si no tuviéramos la urgencia de frenar el impacto ambiental antropogénico. Nuestra agua y aire tienen pésima calidad, nuestro suelo se erosiona a velocidades dramáticas y mucha gente enferma y muere cada año por estas causas.
Los temas podrían continuar más allá de la extensión de esta columna, pero el mensaje es que podemos contener el poder y dirigirlo a causas urgentes. Podemos construir una sociedad a escala humana que nos permita salir adelante y podemos este año darle entrada a nuevas alternativas para la organización que oxigenen nuestra vida pública.
Pero no podemos esperar a que las cosas pasen. Por responsabilidad social, hagamos nuestra parte.