después de lo ocurrido el pasado miércoles en Estados Unidos, donde una turba de fanáticos de Donald Trump irrumpió el Capitolio -uno de los lugares más importantes de dicho país- para intentar evitar el reconocimiento de Joe Biden como Presidente, era de esperarse que el mundo entero opinara sobre lo sucedido tras el sorpresivo suceso.
Y por sorpresivo no me refiero a los ánimos de los seguidores del casi ex presidente de Estados Unidos, ya que tanto él como sus aduladores han demostrado cómo tienden a reaccionar cuando las cosas no salen como este quiere, sino más bien a que el Congreso Federal es uno de las instituciones mayormente custodiadas en esa nación, por lo que esta significa y representa para sus ciudadanos.
A pesar de contar con un robusto cuerpo de elementos de seguridad para meter en cintura al pequeño grupo de protestantes o como los han decidido llamar “trumpistas”, la alcaldesa de Washington solo activó a 340 guardias nacionales de los cuales, únicamente 115 de ellos estaban en servicio de forma simultánea (en su gran mayoría, dedicados a labores de control de tráfico), según información del diario británico The Guardian. Lo cual permitió que éstos pudieran acceder fácilmente a las instalaciones, provocando la pérdida de cuatro vidas humanas en el altercado.
Genera mucho ruido esto último, e incluso ha sido uno de los factores más criticados, debido a que en ocasiones anteriores, sobre todo en las protestas del Black Lives Matter ante el asesinato del afroestadounidense George Floyd, el Capitolio se militarizó para contender las manifestaciones, algo que claramente no sucedió en esta ocasión, aún y cuando fue abiertamente debatida –anunciada- en redes sociales.
Sin embargo, al Presidente de México le pareció mucho más preocupante el que Twitter “censurara” a Donald Trump, aun y cuando este ha externado un claro mensaje de odio y polarización, evidenciando con ello de qué lado se inclina la balanza.
Parece que para López Obrador pesa más que el mandatario estadounidense pueda seguir pululando odio y aversión en redes sociales contra quien él quiera, que el reparar en el contenido de dichas publicaciones, aseverando que “se debe garantizar la libertad para evitar retrocesos”.
Muy seguramente sus declaraciones sean más bien una confesión, pues ambos no son muy distintos uno del otro. Como dice el dicho “Dios los hace y ellos se juntan”, ya que tanto el Presidente como Donald Trump se han encargado de dividir a la población de sus países a fin de cumplir sus propósitos: ganar adeptos que les permitan continuar en el poder; por lo cual, muy seguramente el mandatario mexicano no quiera aceptar que lo ocurrido no se trata de una situación de censura, sino una medida de seguridad de acuerdo a las políticas establecidas por la red social antes mencionada.
Está tan normalizada la violencia que se cree que permitir que se emita cualquier discurso, sin importar que este pueda poner en peligro la integridad de otros, se trata de libertad de expresión y que limitarlo no es otra cosa que censura, por eso es tan común ver que haya personas que todavía insistan en perpetuar el racismo, la xenofobia o incluso el machismo, a través de comentarios tanto en el mundo físico como en el virtual, respaldandose en que están en su derecho de emitirlos.
Pero a nadie más que a quien los emite le beneficia su discurso de odio, es por eso que éstos debieran seguirse restringiendo para evitar que cumplan con su función y así limitar el que ocurran sucesos como lo acontecido en el Capitolio, vengan de quien vengan.