Con un desdén que rayaba en desprecio, porque hay una frontera entre ambos gestos, los magnates bostonianos retratados por Mario Vargas Llosa en Tiempos recios tomaban decisiones comerciales con implicaciones políticas continentales en busca del objetivo expreso de mantener a salvo de pagos fiscales justos su jugoso negocio de multimillonarias ganancias asentado en Centroamérica.
Esta novela de 2019 retoma el aliento de la grandiosa La fiesta del Chivo (Alfaguara 2000), ésta sobre la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana, la actual motivo de este comentario sobre el golpe militar perpetrado por Carlos Castillo Armas, auspiciado y organizado por la CIA, contra Jacobo Árbenz en la Guatemala de 1954.
Conspiración entre gobiernos de la región y desde el norte, persecución de comunistas inexistentes y una lucha militar interna en medio de la guerra fría, todo como telón de una estrategia empresarial orquestada desde lujosos despachos de Massachusetts para mantener los privilegios de exportación y venta de un producto convertido en mina de oro: el banano.
El empresario Sam Zemurray, escribe Vargas Llosa, no había inventado el banano, pero gracias a él forma parte de la dieta de millones de estadunidenses, desde aquellos años de mediados del siglo XX en que lo descubrió en las selvas de Centroamérica y lo comenzó llevando en lanchas a Nueva Orleans y otras ciudades, con lo que nació United Fruit, un imperio que extendía sus redes por Honduras, Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica, Colombia y varias islas del Caribe.
Es así como estos países, algunos auténticas dictaduras por años, pasaron a ser las “repúblicas bananeras” a las que ayer aludían con desparpajo los reporteros de las cadenas gringas y algunas internacionales, absortos por el insólito asalto al Capitolio por una turba de terraplanistas azuzados por su líder, hoy agachado detrás de un escritorio ofreciendo una transición ordenada y reconciliación, todo aderezado con la amenaza de que esto apenas comienza.
El ex presidente George W. Bush condenó el espectáculo de “república bananera” desplegado en Washington y un día después Mike Pompeo, secretario de Estado, le respondió ofendido, con la misma arrogancia de aquellos empresarios de Boston: “Es una calumnia”.
@acvilleda