Reflexionar sobre la literatura resulta algo menos cotidiano que antes porque el análisis implica trabajo de crítica. Sin embargo, leer todo un libro puede eludirse hasta lo anecdótico: tomar atajos para sortear el “extenuante” proceso de lectura equivaldría a subrayar frases, señalar párrafos que, aun ignorando la trama íntegra alguien consiga entender. Mañoso pero loable.
A propósito, La sociedad del cansancio (editorial Herder) titula Byung-Chul Han (1959) el ensayo donde anuncia lo poco espabilado del mundo. Tanta inmediatez que ofrece la tecnología y el bombardeo de información en redes sociales propician el agotamiento emocional. “Occidente sufre un silencioso cambio de paradigma: el exceso de positividad” conduce hacia una actitud que, al margen del famoso eslogan Yes we can, desalienta a quienes suelen predicarlo.
De ahí que, expresarse mediante algo ordinario y común insinúa que “deberíamos abandonar conceptos como originalidad, genialidad y creación de la nada y buscar una mayor flexibilidad en el pensamiento”. Cualquier época tiene “estados patológicos que siguen una dialéctica y pecan de esta”. Enfermedades emblemáticas, no necesariamente del cuerpo: mentales. Además de atender el avance que mejora la calidad de vida, es preciso vigilar lo menos obvio pero que también afecta.
Lo que necesita esfuerzo recae en el esmero de pocos, pero, asimismo, repercute con amplitud. Cuando las faenas se ejecutan con menor frecuencia conviene rectificar nuestro estado anímico. Hay quien elabora tareas, casi secretas y aunque tal vez no suponga aporte, lo hace. Escribe Mario Benedetti que seguir en pie por pereza resta mérito mientras otros desafían, la claridad, el caos, la tortura (…). A veces mantenerse erguido significa solo resistencia.
@erandicerbon