En 1950, cuando el cineasta Luis Buñuel estrenó la cinta Los Olvidados, las principales causas de muerte en México eran el sarampión, rubeola, tuberculosis y poliomielitis, enfermedades que dañaron irremediablemente la salud y cobraron la vida de miles de niñas y niños mexicanos.
El filme escandalizó a una sociedad que, horrorizada, miraba un retrato de miseria, marginación y muerte. Reclamaron la manufactura sórdida y violenta, sin reconocer en Pedro, “El Jaibo”, “El Cacarizo” y “El Pelón” los rostros de miles de niños abandonados a su suerte, en todo el territorio nacional.
A partir de 1973, las autoridades de salud impulsaron la Campaña Nacional de Vacunación que, a fuerza de tesón institucional, compromiso de médicos y enfermeras, y esfuerzos presupuestales, logró convertirse en un esquema de vacunación amplio, con altas coberturas de inmunización, asociadas a mejores condiciones sanitarias.
Desde 1990 y hasta 2017, nuestro esquema nacional de vacunación consiguió el reconocimiento de la OMS y de otros países por su cobertura, consistencia y efectividad.
La aplicación ininterrumpida de las vacunas a más del 90 por ciento de la población permitió la erradicación de la viruela y la polio, la eliminación del sarampión, la rubéola, la difteria y el tétanos neonatal.
Además de una reducción importante de las enfermedades diarreicas por rotavirus y de infecciones por Haemophilus influenzae de tipo B (conocida como Hib) y Streptococcus pneumoniae, responsables de graves neumonías, meningitis e infecciones del torrente sanguíneo.
Durante décadas, la vacunación universal hizo efectivo el derecho a la salud de todos los mexicanos. Miles de doctores, enfermeras y voluntarios caminaban por todo el territorio nacional, desde la ciudades más urbanizadas, hasta los rincones de difícil acceso.
Mirar al pasado nos permite recordar que, durante varios lustros, una enfermera y una jeringa fueron suficientes para inmunizar a la población y alcanzar niveles de cobertura envidiables, sin la parafernalia de las brigadas correcaminos: grupos de hasta 12 personas, con sólo una enfermera acompañada de policías, militares, guardias nacionales y militantes de Morena.
El Programa de Vacunación mexicano logró prestigio internacional, en materia de producción y aplicación de vacunas: a partir de 1990, los infantes fueron protegidos contra el sarampión con una vacuna y un refuerzo; y en 1998 empezó a aplicarse la vacuna de sarampión-rubéola-parotiditis.
En 1999, México fue el primer país de Latinoamérica en utilizar la vacuna pentavalente (DPT/Haemophilus influenzae B/HB) y la vacuna contra la difteria, tétanos y tos ferina en una sola dosis; y en el año 2000 se estableció la cartilla para adolescentes y la incorporación de otros biológicos, como la vacuna contra el virus del papiloma humano.
A partir de 2019, el Gobierno Federal aplicó una serie de recortes presupuestales que provocaron el desabasto de la vacuna contra la tuberculosos, la difteria, tétanos y tos ferina, la hepatitis B y el sarampión. Dos años después, el desabasto continúa. Infectólogos, pediatras y médicos están preocupados por el resurgimiento de enfermedades ya erradicadas que, además del Covid-19, amenazan la vida de millones de mexicanos.