La vida se hizo para vivirla. La curiosidad debe mantenerse viva.
Uno nunca debe, por ninguna razón, dar la espalda a la vida.
Eleanor Roosevelt
Recordé a Eleanor Roosevelt (1884-1962) por la asunción del nuevo presidente de los EU y porque, como el epígrafe lo muestra, se trata de una de las más grandes humanistas del siglo XX. Su destino debía de ser de reina, pues provenía de la cepa de Thedore Roosevelt, su tío, y luego de terminar sus estudios en Londres regresó a su país para casarse con su pariente lejano, otro Roosevelt, de nombre Franklin.
Acaso la carrera hacia la presidencia y luego en esas funciones, la función de Franklin como presidente no hubiera sido ni tan gloriosa, ni tan larga, si no hubiera estado sostenido por la lucidez y sensibilidad de su esposa. A su lado, ella no ocultó nunca sus aspiraciones de un país mejor en un mundo mejor y se obstinó en el activismo enarbolando una y otra vez los derechos humanos universales. Su reinado mucho más largo que el de su esposo, quien dirigió los destinos de su nación desde 1933 hasta 1945 cuando muere, abundó en actos públicos y en participación permanente en los medios de comunicación, donde tuvo siempre una columna periódica en diversas publicaciones y programas de radio semanal.
Este denodado ejercicio público y comprometido con la sociedad de su tiempo tal vez fue el resultado de su amargo descubrimiento de la infidelidad de su marido en 1918, lo cual no cambió sus objetivos. No solo prosperó más en un pensamiento político que la entronizaba en la acción, sino que ella fue quien impulsó la carrera presidencial de Roosevelt hasta las últimas consecuencias.
En su nuevo rol de compañera de una figura que se volvió la más importante de esos tiempos, Eleanor no solo cambió muchos protocolos, se manifestó sin la solemnidad y el envaramiento tradicional de la primera dama, y hasta en ocasiones manifestó opiniones contrastantes respecto de las de su marido. Todo en ella era fervor y apasionada defensa del pueblo que por supuesto aprendió a amarla mucho. No contenta con actividad tan febril se preocupó por las familias de mineros desempleados en Virginia, se propuso impulsar una legislación para que las mujeres fueran mejor consideradas y tuvieran mayores responsabilidades en sus lugares de trabajo, y trabajó incansablemente por obtener los derechos civiles de los afros y asiáticos estadunidenses.
A la muerte de su esposo sobre el final de la guerra, su activismo floreció más que nunca durante el resto de su vida. Cómo la necesitamos en estos tiempos en donde parece que el cuidado del Otro, el cuidado de la Naturaleza, la defensa de las minorías trashumantes, la educación para los estratos más pobres de la sociedad, naufraga en medio de la violencia y la mortandad. Cuando ella apoya denodadamente la Organización de las Naciones Unidas, se convierte en la primera delegada de su país. En esa vía también resulta la primera presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y lo que habla de su empecinamiento es las acciones que tomó para supervisar nada menos que la misma redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Sin embargo, su vida íntima fue azarosa desde la infancia en el seno de un hogar donde el alcoholismo de su padre y la difteria que terminó con su madre la dejaron tan desprovista de afecto y apoyo. Gracias a su abuela materna tuvo estudios formales y una vez casada sufrió la opresión de su suegra que tomó por suyos sus seis hijos. Sufrió mucho en un hogar liderado por una mujer que ponía en tela de juicio todos sus actos. Al liberarse de su control y del matrimonio de apariencias donde vino a residir, en su viudez fue tan libre como para vivir los 17 años más intensos hasta su muerte.
Su papel en la Guerra Civil Española, en la Segunda Guerra Mundial para la defensa de las y los expatriados, perseguidos, estigmatizados por raza, género o ideología, fue paradigmático.
Creo que por su larga presencia como activista y su denodada participación durante los grandes acontecimientos del siglo XX, no sería exagerado nombrarla la Primera Dama de esa centuria.