Se puede dar en estos tiempos de vorágines confrontadas en las redes sociales, de esta era de ráfagas de multitudinarias imágenes reflejantes de banalidades y estulticia en una época donde la palabra es reducida a la frase hueca, panfletaria y acotada por el encono, el arribo de la poesía a la conciencia de millones?
¿Puede alguien que recita poemas entusiasmar, estremecer, a esos millones? Aún más, ¿puede llegar a los jóvenes?
¿Puede ser ímpetu para espabilar la conciencia cuando viene expresada a través de un ser que mide 1.6 metros, pesa 50 kilos y tiene 22 años?
Cuando el pasado 20 de enero, en una atmósfera de gran tensión —quizá jamás vivida en Washington desde la Guerra de Secesión— ante el temor de que la barbarie cometiera un giro lamentable de la Historia, una menuda figura vestida de intenso amarillo y diadema de satín rojo se paró ante un micrófono en cuya base estaba el escudo del presidente de Estados Unidos y empezó a hablar, no quedó ninguna duda. Hoy, en momentos de gran prueba para los estadunidenses, la fuerza de las palabras calaron hondo entre el establishment presente y entre las decenas de millones de televidentes y cibernautas.
Y sí, Amanda Gorman hizo posible lo imposible para estos tiempos: cautivar con poesía a través de unas palabras que son mensaje, contundencia y reflexión; denuncia, elocuencia y ritmo. Y conciencia, mucha conciencia de origen, destino, sueños y proyectos.
Porque el poema que declamó, The Hill We Climb, define a la perfección el laberinto en el que se ha perdido Estados Unidos: “Hemos desafiado el vientre de la bestia. Hemos aprendido que la tranquilidad no siempre es paz (…) hemos visto una fuerza que destrozaría nuestra nación en lugar de unirla”.
Habla de compromiso: “Porque mientras tengamos los ojos puestos en el futuro, la historia tiene los ojos puestos en nosotros”; y de esperanza: “Reconstruiremos, reconciliaremos y nos recuperaremos (…) porque siempre hay luz, si tan solo somos lo suficientemente valientes para verlo. Si tan solo somos lo suficientemente valientes para serlo”.
Amanda es una estrella de las redes —1.5 millones de seguidores en Twitter y 3.4 millones en Instagram— y quizá pronto lo sea del modelaje pues ya fue fichada por la prestigiosa agencia de modelos IMG. Vive su tiempo con inteligencia, sensibilidad y cierta banalidad —que se agradece en las almas jóvenes— pero fincando su futuro en piedra sólida.
En su edición del 15-22 de febrero, la revista Time le dedica la portada y despliega una amplia entrevista con la poeta egresada cum laude de Harvard.
Ahí habla del renacimiento afroamericano en distintos ámbitos de la vida estadunidense y de dignificar a su población. Y habla, desde luego, del papel del arte y de la poesía: “Nunca subestimes el poder del arte como lenguaje de la gente”.
No cualquiera podría hacerle la entrevista; Amanda responde a las preguntas que le realiza Michelle Obama.
Por cierto, en Amazon su libro The Hill We Climb and Other Poems está “temporalmente agotado”.
Es Amanda y viene con todo. Por algo afirmó ante Biden y Kamala ser parte de “los sucesores de un país y de un tiempo donde una negra flaca, descendiente de esclavos y criada por una madre soltera, puede soñar con ser presidente o para encontrarse recitando para uno”.
Y planea quedarse por mucho tiempo. “Si estoy aquí será porque estaré mucho más allá de este momento. Estoy aprendiendo que no soy un rayo que cae una vez. Soy el huracán que llega todos los años”, le responde a la ex primera dama en Time.
Ya estuvo en el Capitolio en una ceremonia por demás histórica y este domingo, estará con su encanto, inteligencia y poesía en el Súper Bowl LV.