Tal como si fuera parte de la conmemoración, dos amigas me compartieron esta semana la mejor noticia del año: sus respectivos doctores les confirmaron que el cáncer está en remisión.
Fueron muchos los factores que contribuyeron a ello. Médicos expertos, diagnósticos oportunos, tratamientos adecuados, una actitud positiva, fe inquebrantablemente, actividad física y, entre otras cosas, una dieta desacidificante.
La remisión de dos personas quizá pueda sonar a poco frente a la numeralia de la pandemia global que padecemos. Sin embargo, basta hacerle zoom a las cifras, para darnos cuenta que la fatalidad covideana palidece frente a la que año tras año deja tras de sí el cáncer. Me explico.
Este cuatro de febrero, con motivo del Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer, la ONU compartió algunos números que me siguen erizando la piel.
En 2020, 19.3 millones de personas en el mundo fueron diagnosticadas con cáncer, y más de 10 millones murieron a causa de este. Desde que fue registrada la primera muerte por la covid-19, incluyendo las de este año, el Instituto John Hopkins registró la muerte de aproximadamente 2 millones 300 mil personas.
Si el cáncer es una enfermedad cuatro veces más letal que el covid-19, ¿por qué hoy no existe ninguna alerta sanitaria internacional?
La OMS y los gobiernos de todo el mundo ven la pandemia como la principal prioridad de sus respectivas agendas. Hospitales, camas, equipos, personal, medicamentos, atención a distancia y un largo etcétera se asocian a la atención de los contagiados.
Mientras tanto, el cáncer, sigiloso, oportunista, malaleche e impredecible como es, enferma y mata a muchas más personas que el covid-19, sin que apenas se note. El cáncer no es noticia; a lo sumo, es una nota marginal en algunos portales cada 4 de febrero.
Situarlo como prioridad en la salud pública, según la OMS, evitaría la muerte de siete millones de personas al 2030. A la dicha, ¿hay alguna buena razón para no hacerlo? La desconozco.
Lo que sí sé es que mis amigas dijeron bye al cáncer.