Así es! Nuestra frágil inocencia. La tuya, la mía, la de todos. La ciencia jurídica que es la garante de justicia (del latín iustitia, ius, lo justo) a pesar de que ha creado leyes que le dan a las personas derechos para su protección a través de instituciones como los Derechos Humanos, la Suprema Corte de Justicia, las Procuradurías y que además la Presunción de Inocencia (toda persona acusada de un delito debe considerarse inocente hasta que se demuestre lo contrario) que en México es Ley Constitucional desde el 18 de junio 2008, lamentablemente todavía vivimos una endeble inocencia.
El Proceso, libro inacabado, de Franz Kafka (1883-1924) publicado post mortem auctoris (después de muerto el autor) en 1925 por su editor Max Brod, quien no cumplió con los deseos de Kafka, debiendo destruir todos sus escritos, los imprime. Opinaríamos, por fortuna.
El libro está dentro del género de la Farsa (aunque se le sitúa en varios géneros, sin que haya acuerdo), en ella, los personajes son caricaturescos, estridentes, se mueven en situaciones donde la realidad se mezcla con atmósferas agobiantes y en espacios irreales.
En esencia la Farsa busca desnudar la realidad, denunciar las miserias humanas para que al final, recapacitemos y podamos cambiar. De esto nos habla, El Proceso.
Una obra muy actual
Nos lleva a reflexionar que sin importar los años cuando se escribió, a cualquiera se le puede entablar un proceso, sin que el acusado sepa de qué se le acusa, no sabe nada, puede hablar por teléfono, acudir a los juzgados, allí le dirán: “Tiene un citatorio, aténgase a él”.
No tiene acceso a su expediente. Hasta que aparece un abogado y lo primero que escuchará: “Para que en términos de ley podamos ver su expediente.” Inicia el trámite, dirá usted. El incoado (comenzar un proceso) ya inició desde antes, afirmará él y añadirá: “Si queremos que se mueva necesitamos dinero” (el tráfico de influencias).
De igual forma Josef K. (alto funcionario bancario) ha sido acusado (quien sabe por quién). Una mañana llegan a su casa varios policías (pedantes y corruptos) a ejecutar su detención (domiciliaria llamaríamos hoy), le dicen que está arrestado y debe callar para no meterse en más problemas. Josef se enoja, los encara.
Le contestan que solo son ejecutores, que ni las leyes conocen, deben montar guardia, cobrar su sueldo e ir por los culpables ya que las autoridades superiores jamás se equivocan. K. piensa en una broma, no consigue nada.
Los policías se burlan, se comen su desayuno, ven su ropa fina, quieren llevársela. Después de varias horas de intimidación, se retiran. Ha iniciado el proceso de K.
Pasado unos días a K. le notifican su primer interrogatorio. Decide que él puede llevar su juicio. En el lugar (sórdido y lleno de juristas) los enfrenta y denuncia el atropello y a los policías. Grave error, solo ha enojado a las intocables autoridades. Necesita un abogado influyente que pueda mover sus voluntades.
De aquí en adelante el proceso se vuelve desastroso, repugnante, todos quieren usar sus influencias ante los jueces (corruptos y vanidosos) para ayudarle, el proceso no avanza, la rabia de Josef ante el entramado jurídico no le permite concentrarse en su vida. Está moralmente acabado.
Al final decide ser honesto y reniega del aparato judicial, despide a su abogado, no acude a las audiencias, lo condenan a muerte, que es ejecutada con cuchillo, por dos individuos anodinos. K. jamás conoció la acusación, ni quien lo acusaba.
Lo mismo sucede ahora, los policías te pueden detener porque hay un juicio (tenemos un testigo protegido) o por tu aspecto, sembrarte droga, culparte, si das dinero te sueltan, si es por juicio, igual das dinero, pondrán que no estabas, pero el proceso sigue.
La ciencia jurídica se ha alejado de la virtud que requiere la justicia, se ha vuelto solo un documento sujeto a la interpretación del más astuto y del influyentísimo.
La corrupción del aparato judicial permanece inalterable dando dolores a Kafka, donde esté.