Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil pensaba en el diablo que siempre trae consigo. Así le ocurría al clásico, un diablo que dice a cada momento: desconfía de ti mismo. Pero resulta que hay otras personas que piensan lo contrario y siempre confían en sí mismas. Una de ellas es el Presidente de la República. Gilga vio a Boris Johnson, primer ministro del Reino Unido, mirar de frente la tragedia inglesa, disculparse y corregir. Liópez Obrador no pertenece a ese linaje.
En la mañanera, el Presidente compartió algo de lo que sintió mientras estuvo enfermo y dijo que ese tiempo le sirvió para reafirmar sus convicciones, sus creencias, su manera de pensar: “Hoy estamos viviendo un momento estelar. Imagínense: luchar toda una vida para poder servir a los demás, cumplir utopías, el ayudar a la gente pobre, el tener la dicha enorme de practicar el humanismo. No hay nada mejor que eso, ningún bien material. La reflexión es que debemos seguir, cuando comenzó lo del covid-19, dije ‘no vamos a dejar de avanzar en la transformación de México aun con las crisis sanitaria y económica’, lo que más ha dañado a México es la corrupción”.
O sea, la duda no forma parte del vocabulario del Presidente. Por cierto, cumplir utopías, eso ha costado millones y millones de vidas. ¿Está de más recordar que la crisis sanitaria que el Presidente no quiere ver ha costado entre 200 y 300 mil muertos y dos millones de contagios? ¿Esa es la transformación que queremos?
A Cuba
La noticia le puso a Gamés los pelos de punto y punta. Gil lo leyó en el sitio de su periódico La Razón: “Médicos residentes cuentan con sólo 9 días para que las autoridades de Salud les otorguen una plaza que les corresponde por aprobar el Examen Nacional de Residencias Médicas o perderán su lugar en caso de rechazar una beca a Cuba, única opción que se les ha ofrecido”.
Gil se arremangó y dijo en voz alta esto: definitivo, hay en México un proceso de venezolanización. Y sí: estamos locos. López-Gatell lo confirmó: en unos días ya no será válida la aprobación del examen de noviembre pasado. El subsecretario: “Son libres de declinar, y si quieren una plaza, una especialidad médica en México, el próximo año volverán a concursar”. Si Gil ha comprendido algo es esto: ofrecieron más plazas, no hay lugar para lo que prometieron, entonces: a especializarse en Cuba. ¿Cómo la ven? Dicho esto sin la menor intención de un albur cubano.
De pronto surgió un personaje: el doctor Alejandro Svarch, médico cubano, director General de Relaciones Internacionales de la Secretaria de Salud. El doctor entró a Nutrición con trampas, su promedio en la carrera fue de 7.6. Lo criticaron tanto que se fue pero, ¿qué creen? Regresó y probablemente es la mente notable que propuso que los residentes vayan a Cuba a estudiar su especialidad.
¿Por qué tendría que irse a Cuba un médico mexicano que aprobó su examen en noviembre? ¿Alguien puede responderle a Gilga antes de que pierda la razón? No hay una respuesta, esa es la verdad, ninguna que no pase por el puente del fanatismo.
Amigos
Ahora mal sin bien: ¿Qué dicen los amigos del Amigo?, ¿qué opinan de los muertos y las muertas, de las familias destruidas, del dolor? ¡Hey, Fisgón, Helguera, Hernández, Miguel! Gil no ve ni un cartón sobre este asunto triste en su periódico La Jornada. Simplemente se fueron porque sí, porque así es la vida. Es que de veras. Señora Lira, los 170 mil muertos ¿no le merecen un comentario crítico a la pandemia? No. Ese es el periódico que usted dirige. Ya lo sabíamos.
Todo es muy raro, caracho, como diría Antonio Machado: “Hay hombres que nunca se cansan de saber. Ningún día se acuestan sin haber aprendido algo nuevo. Hay otros en cambio que nunca se hartan de ignorar”.
Gil s’en va
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