Sirva esta frase extraída de la canción escrita por Roberto Cantoral, como título fiel de lo que viven a diario personas de la tercera edad que ven pasar los días encerradas, mientras su vida se acaba, a punto de cumplir un año sin libertad.
Aunque suene extraño, podría decirse que en los tiempos que vivimos, lo único que no se puede debatir es que todo es debatible.
El reto ahora es tener la suficiente apertura para reconocer que toda forma de pensamiento, actos y decisiones pueden sujetarse al escrutinio y ponerse sobre la mesa para, en caso de ser necesario, mejorar lo establecido.
Pues bien, a 11 meses y medio de la pandemia y sus respectivas restricciones, tal vez sea tiempo de abrir el debate sobre la conveniencia de seguir adoptando las mismas medidas, muchas de ellas no tan exitosas y sí muy pesadas.
El fin de semana un nutrido grupo de personas de la tercera edad elaboró y firmó una carta para hacerla llegar a Manuel de la O y copiar al gobernador Jaime Rodríguez.
El objetivo, seguro usted ya lo conoce, era elevar la voz a nombre de este sector de la sociedad que ha permanecido aislado por ser considerado grupo vulnerable, y que está cansado de ser discriminado y maltratado en tiendas de conveniencia, supermercados y hasta parques públicos por autoridades a las que consideran incapaces y sobradas.
La molestia es entendible y argumentan que somos el único estado del país con estas medidas que no muestran que todo esté mejor.
¿Qué les respondieron en la conferencia de salud? “Todas las acciones son por cuidarlos”, “Ustedes cuando estaban jóvenes no les daban permiso a sus hijos para llegar tarde, eran estrictos, hoy los padres son más liberales, no hay esa disciplina”, “Vamos a aguantar un poco más, les prometo que voy a ponerlo a consideración del Consejo de Salud”.
En conclusión, no hay debate, no hay apertura para el llamado que hacen desde su exilio involuntario los olvidados adultos mayores; solo el mismo discurso aludiendo a las mismas frases, a los mismos gastados argumentos.
El tiempo seguirá su marcha interminable, en espera de un mañana y un mejor destino.