Los bancos estadounidenses reportan el mayor ingreso de depósitos de mexicanos residiendo en México mientras de la misma manera también se reporta el mayor ingreso en México, más de cuarenta mil millones de dólares al año, de los mexicanos residentes en Estados Unidos.
Es una realidad, un gran número de los mexicanos más ricos de México, los más acomodados, los que recibieron en su país una buena educación y una buena vida y que han hecho su fortuna en tierra mexicana, sacan su dinero del país para colocarlo en el extranjero, sobre todo en Estados Unidos, y hablan pestes de su propio país, buscando obtener otra nacionalidad a pesar de que siempre entrarán en la categoría de “hispanics”, una jerarquía inferior al blanco sajón y superior al negro americano pero de cualquier forma discriminada en los Estados Unidos. Son los mismos mexicanos que se quejan de que no hay inversión privada en México y culpan de ello al gobierno cuando son ellos los que pueden invertir y prefieren llevarse sus ingresos y depositarlos en bancos norteamericanos a pesar de que reciban intereses negativos. Estos mexicanos en muchas ocasiones no logran establecer en Estados Unidos negocios tan redituables como los que mantienen en México y están constantemente llevando sus ingresos que obtienen de México a los Estados Unidos.
Por otro lado, los mexicanos más humildes, los que verdaderamente fueron prácticamente expulsados del país por las condiciones de pobreza y aún de violencia en la que vivían en sus comunidades, los que no tuvieron ni escuela, ni buena vida, ni atención médica, son los que paradójicamente cruzan la frontera con Estados Unidos, consiguen trabajar en dicho país y en algunos casos amasar importantes fortunas y envían a México aproximadamente cuarenta mil millones de dólares cada año. Estos mexicanos pasan además sus vidas sin terminar de desempacar las maletas, conservando sus tradiciones y replicándolas para no olvidarlas, añorando al mismo tiempo con el día de regresar a su país, a la tierra de sus padres, de su infancia, de su primer amor, aunque sea demasiado tarde al cementerio municipal para reposar sus restos, son los que han merecido que el presidente de México se refiera a ellos como nuestros héroes.
Estamos como estamos, porque somos como somos.
*Profesor de la Escuela Internacional de Derecho y Jurisprudencia.