Bien lo dice Hannah Gadsby a la mitad del stand-up/monólogo llamado Nanette: no importa que de grandes hayamos comprendido que lo que somos no está mal, porque para ese entonces ya aprendimos a odiarlo.
No lo dice así, pero es la esencia. Ella se refiere a la homofobia, que no importa que de adultos lleguemos a ser conscientes de que el odio hacia nuestra identidad está equivocado, porque lamentablemente durante toda la infancia aprendimos a relacionar la homosexualidad con algo negativo, y entonces, aceptarte en todos los espacios todos los días no siempre es fácil.
“El 70% de las personas con las que vivía creían que la homosexualidad debía ser considerada un delito. El 70% de las personas que me criaron, cuidaron y amaron creían que la homosexualidad era un pecado y que los homosexuales eran pedófilos atroces e infrahumanos, ¡el 70%! Y para cuando me di cuenta que era gay, ya era muy tarde, ¡ya era homofóbica! Y es imposible cambiar la opinión de un chasquido, así que una asimila la homofobia y aprende a odiarse a sí misma”.
Y aunque Gadsby se refiere a la discriminación que sufren quienes van contra una identidad sexual binaria, y a pesar de que el extracto se refiere a su difícil adolescencia conviviendo con el debate para despenalizar la homosexualidad que se desarrollaba en Tasmania, podemos utilizar esta cita para muchos otros casos, como el odio hacia los cuerpos diversos, mejor conocido como gordofobia, que desconoce a las personas por lo que son y los renombra solo como ‘lxsgordxs’: “es la chica gorda de Bridgerton” se leyó en Twitter después de los Golden Globes para referirse a la actriz con nombre y apellido, Nicola Coughlan.
Por suerte Nicola tuvo un buen remate: “tengo nombre”, así comenzó su respuesta a tal comentario que invisibilizaba todo su trabajo, su identidad y su persona para volverla simplemente la gorda. Porque eso es lo que hacen esos estereotipos, nos señalan por alguna u otra cosa para hacer invisibles nuestros logros diarios, porque siempre hay que dar más, ¿no? Nunca será suficiente.
Se tacha el señalamiento de gordofobia como un grito por normalizar el sobrepeso y la obesidad, pero muy lejos de eso, se trata de no terminar odiándonos por lo que somos. Se trata de normalizar que luzcas como luzcas, tengas la identidad sexual que tengas, eres una persona que en primer lugar tienes derecho a una vida libre de violencia, sea esta violencia expresada en lo físico o en lo emocional, y que los espacios que decidas frecuentar no sean tu peor enemigo, ya sean virtuales o tangibles.
La discusión se reabre casi a diario, porque la gordofobia está transversalizada tanto como el machismo y la homofobia, está en casi todos nuestros espacios, escondidos ahí para salir aunque pensemos que nosotros estamos ya muy desconstruidos como para discriminar, que nosotros por leer dos o tres textos ya comprendemos el contexto de estas violencias y por ende no caemos en ellas, en lugar de sentarnos a pensarlo una vez más.
Eso también lo mencionan en la serie de Master of none, cuando el protagonista (un estadounidense de descendencia india) cuestiona a una de las chicas con las que sale (rubia estadounidense) sobre una figura racista que tiene en su buró. Ella responde que no considera que lo sea ni otras personas que ella conoce, mientras él le refiere que sería bueno que considerara que si una persona con un color de piel por el que regularmente es discriminado le está diciendo que le parece racista, debería tomarlo más en cuenta que opiniones de otras personas que se encuentran en sectores privilegiados o hegemónicos, ¿por qué? Porque es cierto que no podemos dar por hecho que la discriminación es solo lo que nosotros creemos cuando no la vivimos desde el grupo vulnerado.
Así como dice Marta González, la filósofa de la ciencia, los estereotipos de lo femenino y masculino se colaron en las investigaciones científicas, y así también los estereotipos de lo que consideramos que es genética se usa por coaches para pseudo argumentar que solo con buenos hábitos se logra un “peso ideal”, lo que deja afuera a muchas personas con enfermedades que les impide bajar de peso solo con hacer un rutina y comer saludable, pero para ellos todo con perseverancia se alcanza, ¿no? Supongamos que esto sea cierto, entonces tampoco tenemos por qué hacer del proceso de adelgazar un calvario para quienes intentan reducir tallas, cada quien tiene sus tiempos, cada quien conoce su historia.