Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios, que vive en mí,
si no es el perderte a ti
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.
Santa Teresa de Jesús o Santa Teresa de Ávila (1515-1582) ha perdurado no tanto por su santidad como por sus escritos y una poesía que aborda la perfección del pensamiento místico encarnado en Cristo. Las Moradas, obra escrita en sus últimos años, es quizás una de las cumbres de la poética hispana. Nuestra poeta Minerva Margarita Villarreal en Las maneras del agua realiza uno de los más bellos homenajes a su vida y su obra.
Criada entre una abuela y una madre enamoradas de la poesía, así como yo misma en mi primera infancia conocí a Sor Juana, a San Juan de la Cruz y Santa Teresa por mi familia femenina, la cual también amaba a Jesús. De modo que al igual que para ella la lectura de los Evangelios fue mi costumbre. Conjunción curiosa y contradictoria entre dos pensamientos opuestos reunidos en mi madre que se concreta en su frase más célebre: Jesús fue el primer comunista, hijita, y luego su habitual defensa de los pobres y sus desgracias. Entonces Santa Teresa debiera haber sido santa de mi devoción. No lo fue. Se había enamorado demasiado de Jesús y a mí eso me parecía sacrílego. En sus versos aletea el erotismo más acendrado y la niña que era yo lo percibió de inmediato por pura intuición.
De origen judío por parte de su padre, confesó a la Inquisición su origen y ésta lo perdonó. Entre sus innumerables hermanos hubo quienes llegaron al Río de la Plata y a la Amazonia, y murieron a manos de los indios. Por su parte la niña creció entre la devoción de su padre a la Iglesia, y los libros de caballería, mientras se divertía con sus hermanos y primos. Según sus memorias era coqueta y le gustaba lucir bien. Hasta los 14 años discurría entre las vidas de los santos y el terror de un Infierno que sería para siempre en el caso de merecerlo. Como tantas niñas educadas en escuelas religiosas, el Para siempre, para siempre, para siempre fue su estigma. También soñaba con ermitaños y cartujos, moros y ermitas surgidos de las páginas que la tenían seducida. Sin haber asistido nunca a ninguna y escuela, y menos saber algo de latín.
Ya madura confesó: Sabed, padre, que en mi juventud me dirigían tres clases de cumplidos; decían que era inteligente, que era santa y que era hermosa; en cuanto a hermosa, a la vista está; en cuanto a discreta, nunca me tuve por boba; en cuanto a santa, solo Dios lo sabe. Y porque no quería casarse se hizo monja. Para ello entró al convento de las Carmelitas. Ya sabemos que se trata de una de las órdenes monjiles más duras. Allí su salud empeoró: desmayos, palpitaciones y otros síntomas que en la actualidad se reconocen como propios de la angustia y ciertas patologías. Se convirtió en una adoradora de Dios sin tregua y su rigor alarmaba a sus compañeras. De tal modo que fue perdiendo toda alegría y se sujetó a las más violentas penitencias corporales.
Los males de mente y cuerpo comenzaron a perseguirla. Durante años fue llevada a diversos médicos y curanderas hasta que en 1539 entró en coma tan profundo que le dieron la extremaunción. Luego de salir de ello tuvo alucinaciones fantásticas. En 1542 logró retomar la vida conventual. Siguió leyendo y ocupándose de su pasión por Cristo. Las confesiones de San Agustín le provocan una fuerte impresión, obra que lee en 1554. Cuatro años después tiene una visión del infierno, luego la sensación que Cristo esta a su lado y le habla, y finalmente en 1560 la transverberación, penetración del anillo de fuego de un ángel hasta su corazón que la hace gemir con gran dolor y al mismo tiempo de tan gran suavidad que no quiere que se le quite. Es el éxtasis. Cuerpo y espíritu reunidos. Colmo del deseo: Dios y ella en comunión total. Santa Teresa de Jesús, su esposa.
El nombre de Carmelitas Descalzas proviene de su decisión de cambiar los zapatos por zapatillas de cárcamo, Teresa innova en todo cuanto es la vida cotidiana del convento. Para entonces ya había levitado frente a testigos más allá de 20 cm sobre el suelo durante media hora y hubo de inaugurar muchos monasterios para las monjas. Su vida se vuelve milagrosa.
Ya madura confesó a un padre: “Decían que era inteligente, que era santa y que era hermosa; en cuanto a hermosa, a la vista está; en cuanto a discreta, nunca me tuve por boba; en cuanto a santa, solo Dios lo sabe”
Algunos aman y se entregan en medio de la sangre y los orines, otras/otros alcanzan la espiritualidad más honda a través de la sublimación de la carne abyecta. En toda pasión habita Eros. Santa Teresa urdió la mezcla de carne y espíritu ofreciendo la totalidad del Ser. Comprometidos sus humores, sangre, mocos, saliva, pústulas, todo le pareció poco para comulgar con su amado y amante, con Jesús.
Pugliese a nosotros alcanzar una entrega al amor tan grande, tan íntegra, tan poderosa. Ese amor encarnado en Jesús sea hombre o Dios, siempre ha de valer la pena. Lo habrá pensado o soñado, lo habrá vivido, quién sabe.
El 4 de octubre de 1582, a las nueve de la noche, da por fin su último aliento. _
Coral Aguirre