es la pregunta más importante de la vida en familia; necesitamos tener en claro cuál es la razón más poderosa que nos mantiene conviviendo bajo el mismo techo. La familia en que nacemos no es una casualidad ni un accidente. Mucho menos un infortunio.
Por difícil o compleja que nos parezca, cada persona constituye una pieza exacta del rompecabezas del crecimiento mutuo y de la interdependencia. Pensamos que la familia no se escoge.
Algunas filosofías orientales definen que esto es mentira, y que en un mundo espiritual, antes de venir a vivir a la tierra, supimos con quiénes compartiríamos esta experiencia y los aceptamos. En la compleja y perfecta maquinaria de la Creación Divina, nada está hecho de manera arbitraria.
Nos tocó vivir juntos para aprender y ayudarnos a ser felices; a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos y a brindar la ayuda necesaria, para que ese despertar sea colectivo. Lograr dar lo mejor de mi persona como un legado para mi familia de origen, es el fundamento de la misión espiritual que nos trajo aquí.
Quien se marcha enemistado de su casa, para emprender una vida adulta independiente, sin haberse reconciliado con su gente, sin haber perdonado, sin aceptarlos y amarlos, ese individuo ha fracasado. Su vida está transcurriendo sin rumbo ni sentido. Y en su próximo ciclo, cuando forme su familia, terminará por repetir los mismos patrones interrumpidos que no logró resolver en su hogar de origen.
No importa cuántos triunfos y condecoraciones obtengamos en la vida material afuera de casa; “no existe ningún éxito profesional que justifique un fracaso familiar”, afirma Stephen Covey. Y es cierto. De nada vale alcanzar la máxima iluminación, si esa luz no alumbra la vida de los nuestros.
Cuando la casa se ha vuelto un hotel, donde ni siquiera coincidimos para comer juntos, es señal de que estamos extraviando el camino. No es el tiempo que nos sobra el que le vamos a dedicar a la familia; la convivencia, la escucha atenta, el mirarnos a los ojos, son temas prioritarios en la agenda.
Las diferencias no pueden ser un impedimento para vivir en armonía. No necesitamos estar todos de acuerdo; se trata de aceptarnos._